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Escrito desde el corazón, a veces roto y otras no

martes, 22 de agosto de 2017

Ella una princesa. Él un lobo feroz.


Ella una inocente princesa.
Él un lobo feroz.
Princesa enamoradiza, que con una sonrisa encandilada quedó, mientras la ferocidad del Lobo, con la oscura mirada de ella, domada quedó.
Cada noche a la inocente Princesa, el aullido del Lobo la estremecía sintiendo que él le llamaba.
Haciéndose caso de su corazón, la dulce Princesa abandonó la seguridad que sus muros le brindaban.
Con sonrisa arrogante, el Lobo feroz enseñó a la Princesa las posibilidades que el dejarse llevar le daban.
Sus palabras la encandilaban, con su risa su corazón se disparaba y con su compañía su vida un nuevo sentido cobró.
Él ajeno a sus verdaderos sentimientos, sin querer, cada noche con ella soñaba. Recordar su sonrisa, su enigmática mirada y su oscura y larga melena… Provocaba que la cordura del Lobo feroz desapareciera.
La Princesa, inocente dejó de ser y en la pasión se dejó caer.
El Lobo, quien fuerte creyó ser, prendado de la Princesa quedó pero un necio se volvió y de ella se olvidó.
Pobre e inocente Princesa que en las dulces garras del Lobo cayó… Pobre Princesa que adicta se volvió a todo lo que él un día le ofreció.
Él, seguro de sí mismo y con todas las aquellas princesas que podría desear… Un día se dio cuenta, que solo buscaba en las demás la inocencia de aquella a la que despreció.
Un día, la Princesa se armó de valor y sin mirar atrás del Lobo feroz se olvidó.
Pobre Lobo feroz que el fuerte creyó ser, cuando él fue quien se enamoró… Mientras que la dulce Princesa, siguió adelante, anhelando aquello que un día el Lobo feroz… le dio.
Olvido es lo que el Lobo quería, y a pesar de su dolor, la Princesa, olvido le concedió.

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